Muestran poco avance las políticas para disminuir el sobrepeso y obesidad



“La Encuesta Nacional de Salud (ENSANUT) del año 2000 señalaba que el 24% de la población del país padecía algún grado de sobrepeso u obesidad; para 2006, la cifra se elevó al 30% y, actualmente en 2012, sólo el 29% de la población mexicana tiene un peso normal”


Juan Carlos González Magdaleno, tiene 9 años, estudia el cuarto años de primaria. Mide 1. 38 metros y pesa 34 kilogramos y; según la Organización Mundial de Salud (OMS), Juan, rebaza la media de su peso en 6 kilos, lo que lo etiqueta como obeso. En México uno de cada tres niños y adolecentes menores de 19 años, tienen un grado de obesidad y sobrepeso. Para este segmento de la población la prevalencia de obesidad y sobrepeso ascendió  un promedio del 26%, lo que representa 4.1 millones de escolares con este problema.

Según los lineamientos que marca el programa  Escuela y Salud, el paso que debe de seguir la escuela que detecta casos como el de Juan es, canalizarlo a alguna dependencia de salud estatal; en este caso, la escuela primaria Lázaro Cárdenas, lo dirigió al Centro de Salud Lagunitas, en Guadalajara. “Desde hace dos años, ni hijo está asistiendo a consultas al centro de salud, pero sólo me dicen que cuide lo que come, porque no pueden darle una dieta como tal, porque todavía está en crecimiento, y que todavía puede que con el tiempo baje de peso”, comentó Marcela González Magdaleno, madre de Juan; situación que refuta la nutrióloga Altamirano “caso concreto de los niños, la pérdida de peso debe ser muy lenta o en muchos casos no debe de haber, porque como ellos están en crecimiento, lo que debemos de cuidar es que el peso se mantenga para que se mantenga el crecimiento”.


Marcela, es madre soltera y por tal motivo  no puede “estar al pendiente como quisiera o como me dicen los doctores”. Desde hace dos años que Juan está asistiendo a consulta, ha aumentado un kilo. Su alimentación se basa en lo que le prepara su mamá, dice; lo que va desde sándwich, pollo y cereal por la noche pero, por la tarde que está en casa sin vigilancia de algún familiar, consume lo que encuentra en la tienda y lo que alcanza a comprar con el dinero que su madre le da por la mañana.

Al respecto Altamirano señala “las papita, los gansitos, siempre han existido, el punto es que antes tu mamá te daba tu lonche, tu refrigerio y no te daban dinero; así que no te quedaba de otra que comerte lo que te mandaban. Y aunque existirán los pingüinos, no los comías”.

Contexto y Cifras

Actualmente la obesidad es un fenómeno que ha tomado una fama relativa en el mundo. Tendencia que se ve impulsada por esta oleada del “fastfood” o comida rápida, y que encontró gran arraigo en las grandes ciudades del mundo y países industrializados debido al estilo de vida de quienes conforman el tejido social. 

Según reportes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), señala que el 50%  de la población de los países miembros se encuentra en la escala de salud que la califica como obesa. Y aunque los gobiernos ya aplican normas y un mayor presupuesto para disminuir esta tendencia, los proyectos no muestran avances trascendentes.

Hoy en día México se ubica en el primer sitio de una lista de diez países, con el 69.5 % de su población con algún grado de sobrepeso u obesidad, seguido por Estados Unidos (68%), Nueva Zelanda (62.6%) y cierra la lista Grecia (58.4%). Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indican que, por cada 15 kilos que una persona aumenta por encima de su peso normal,  incrementa un 30% la probabilidad de sufrir una muerte prematura.

La Secretaria de Salud, en México, señala que está problemática se debe a las influencias alimenticias que adoptamos de los Estados Unidos, y claro a la propia alimentación típica del mexicano. Sin embargo este factor no exime de responsabilidad a las autoridades mexicanas encargadas de regular los rubros de la salud, la actividad física y en particular, la alimentación.

Es en 2010 que el presidente Felipe Calderón Hinojosa, firmó el “Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria” con la intención de reducir  los índices de sobrepeso y obesidad en la población mexicana.

A raíz de la firma de este acuerdo, Secretaría de Salud (SSA) y Secretaría de Educación Pública (SEP), crean el Programa de Acción en el Contexto Escolar. “Este programa va enfocado a proporcionales a los niños elementos para que su peso no se eleve de la media y, qué les ocasiona sobrepeso y obesidad, de ahí vienen tres líneas de acción, Educación y promoción para la salud, Fomento de la activación física y Expendio y distribución de los alimentos y bebidas en las escuelas de educación básica”, dijo la Mtra. Laura Adriana Rubio Guzmán, Coordinadora estatal del programa “Escuela y Salud”, de la Secretaría de Educación Jalisco.

El programa Escuela y Salud surge en el año 2007, tras la conclusión del programa “Educación saludable”, también de las dependencias federales y que, particularmente cada estado acataba los lineamientos del programa. “En el programa escuela y salud, se plantean una serie de pláticas a toda la comunidad educativa; docentes, directores, padres de familia y evidentemente a los alumnos de todos los niveles de educación básica. Es un trabajo vinculado entre Secretaría de Salud y Secretaría de Educación”, señala Rubio Guzmán.

En enero de 2011, entra en vigor la reforma que señala a las empresas que producen alimentos, y que estos se distribuyen en los planteles de educación básica: preescolar, primaria y secundaria, reducir las porciones de los alimentos empaquetados. Reforma aprobada en septiembre del 2010,  donde entre otros puntos señala que las golosinas que se pueden distribuir son aquellas que contengan un contenido calórico menor o igual a 140 calorías, y alimentos con grasas totales por porción a 40%, así como bebidas con edulcorantes en porciones de 250 ml. La implementación de estos lineamientos se dará en tres etapas, desde 2010 y hasta 2013, “donde los alimentos que se pueden ofrecer al interior (sic) de la escuela deben de contener nada o la mínima porción de sodio, grasas y azúcares añadidos” enfatizó Guzmán.
Por su parte, María Vázquez González, directora de Salud Alimentaría del Sistema DIF Jalisco señala que “es una estrategia joven en su implementación, por lo que no se puede evaluar con severidad, sin embargo,  considero que las medidas a tomar deben ser más duras, más estrictas, y sobre todo con las industrias”.

En el ámbito estatal, y en apoyo a la medida de la activación física implementada por la SEP, el ejecutivo de Jalisco, dotó de aparatos a escuelas de la Zona Metropolitana y Zona conurbada de Guadalajara que facilitaron la actividad física de los estudiantes propuesta de 30 minutos al día. El programa inicialmente contemplaba 300 circuitos para la misma cantidad de planteles educativos, ahora “se han instalado 717, y el programa contempla expandirse a 8 ciudades más del interior del estado, entre ellas está Puerto Vallarta y Lagos de Moreno” agregó Rubio Guzmán.

Centros de Atención y Servicios (CAS)

Uno de los puntos coincidentes entre los especialistas y responsables de los programas, además entre los directivos de escuelas de educación básica, es el tema de los Centros de Atención y Servicio (CAS), o mejor conocidos como cooperativas escolares. Debido al “bajo” presupuesto que perciben los planteles no pueden ofrecer por si mismo los servicios de los CAS, es por ello que tienen que concesionarlos; lo que implica que,  empresas privadas sean los dependientes de las cooperativas y esté bajo su criterio qué alimentos y otros artículos de consumo se distribuyan en los recesos escolares.

Los concesionarios entran a los centros educativos tras un consenso entre autoridades educativas; profesores y directivos, además de los comités escolares encabezados por los propios padres de familia, a este respecto Rubio Guzmán dice que las dependencias no pueden intervenir puesto que lo “único que está normado, lo común, es que los concesionarios le den una parte de las ganancias a las escuelas, y  esto es usado para las mejoras del plantel”

 Sin embargo, tras la puesta en marcha de los programas federales, los criterios de elección de los concesionarios son más estrictos “puesto que deben de apegarse a los lineamientos que marca la norma, el plato del buen comer y demás señalamientos que lanzó la Secretaría de Salud”, señaló Martha Elena Castañeda, directora de la Escuela Primaria Urbana 41 y 64, Lázaro Cárdenas.
Las aportaciones que en general los CAS dan a las escuelas van desde el 25 al 30% de la venta semanal, lo que oscila entre los 600 pesos hasta poco más de 7OO por semana, lo que perciben las instancias educativas. “Al inicio sí nos costaba llegar a la cuota, porque no se vendía lo mismo cuando comenzamos a vender cosas más sanas, porque a los niños ya se les tenía acostumbrado a los churritos y papitas (…) pero fue cuestión de rutina” comentó Antonio González González, concesionario de la escuela Lázaro Cárdenas.

 Conclusiones

Las recomendaciones y lineamientos que marcan los programas como el de Escuela y Salud, de las dependencias federales, además de los programas que emergen del propio Sistema DIF Federal, son claras y en llevaderas, sin embargo,  uno de los problemas por el cual los resultados no se dan de la manera en que se tenían proyectados es el “presupuesto, como en todo, los dineros son muy importantes para poder dotar de instrumentos tanto a padres de familia como a los docentes (…) contamos con poco personal que sea capaz de dar un seguimiento real en las regiones y persona por persona” dijo Guzmán.

 Si bien, todas estas medidas implementadas por las autoridades y dependencias responsables de llevarlas a cabo, son en respuesta ya a los casos dados de sobrepeso y obesidad en el país, Martha Altamirano, nutrióloga y profesora de tiempo completo del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) y  responsable del Laboratorio de Evaluación del estado Nutricio (LEEN) de la Universidad de Guadalajara (U. De G.), señala que “la parte de una reforma tendría que ir en la parte educativa en las familias y en los educadores en las escuelas, para que entendamos qué podemos tener en las escuelas y en la casas como alimentos, que podamos ofrecerles a  los niños una evaluación inicial y constante sobre su estado nutricional; para saber quiénes están en riesgo, y trabajar en un proceso tanto con los niños como con las familias”.
Por: David Aldaz

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