El deseo oculto

El cielo está aplomado, amenaza con llover. Son las tres de la tarde. Todo el bullicio del comercio, las personas pidiendo mejores precios por las bolsas, paraguas y calcetines que los comerciantes ofertan mientras estos, cuidan la informalidad de su actividad. El andador Morelos, del Centro Histórico de la ciudad de Guadalajara, tiene vida a la vista, pero hay algo más que no muestra, pese a sus imágenes gráficas y vivas.

Desde el nivel del piso se percibe al fondo los emblemáticos edificios tapatíos: la Catedral y el Instituto Cultural Cabañas un poco más a lo lejos. Un joven camina dejando tras de él la arquitectura. En su rostro hay tonos de nerviosismo y adrenalina. Avanza con paso firme y acelerado. Ingresa al edificio que da espacio a un restaurante bar, un billar, y al "cine del centro". Cine que proyecta películas para adulto. En el descanso del primer piso, se encuentra la taquilla de este cine. El joven que no sobrepasa los 25 años, se detiene en ella y pide un boleto. Sigue el ascenso por las escaleras. Se pierde de vista. Él, es Jorge.

Desde el primer piso, la alegría musical de las cumbias interpretadas por el grupo del restaurante se contagia. Ya en el segundo piso, donde se encuentra "Las Palmas" hay una aproximado de 20 personas esperando entrar al restaurante. Es  hasta el tercer nivel del edificio, donde se encuentran el billar y el cine. El humo del cigarro, la música que en momentos es rock y otros mas es de banda y norteña, así como también el número de personas que a la vista se observan, contrasta con la escena anterior del restaurante. Estos dos lugares (billar y cine) tienen como "barrera" ventanas y muro de cristal que permiten la vista al interior.

El cine sólo muestra su dulcería y al encargado que hace las veces de intendente, guarda equipaje y "boletero". Hasta entonces, no hay nada que te resulte "extraño" o conceptual, pues lo único que hay como publicidad son un par de carteles en la fachada del edificio, de algunas de las películas que se proyectan en la única sala del cine.

Ya al interior, el cine te recibe con una "sala de espera", una imagen impresa de pareja en tono erótico, un pequeño cartel que anuncia la promoción: -Junta tres entradas, y la cuarta es gratis- . Jorge, se encuentra con un amigo, se sientan en la sala. Conversan. Minutos después, se ponen de píe, estrechan sus manos, se dan un abrazo y cada quien toma un camino distinto. Jorge ingresa a la sala, Miguel, su amigo, va ya de salida.

Para ingresar a la sala de proyección, hay dos escalinatas ubicadas  a los extremos de la dulceria que se encuentra al centro. Por cualquiera de estos acceso, el vibrante olor a deseo te recibe. Jorge, asciende por la escalinata del extremo izquierdo, dos hombres cual guardias, vigilan la llegada de nuevas personas para enfrentarlas y saber si más allá de la mirada casual, se podrá o no algún contacto . La pantalla, es cercana a los 30 metros, la sala con butacas acomodadas con un diseño tipo auditorio. Unos 35 hombres de edades entre los 18 hasta los 65 años, aunque son los menos. El promedios son 25 años, igual que Jorge.

Ya adentro todos actúan de la misma manera. Todos los que están ahí, saben el por qué se encuentran en el mismo sitio, saben lo que buscan: "clandestinidad", un espacio dónde responder a los instintos sin cargo de consciencia, un sitio donde el ser pueda ser.

Esa tarde fue "buena", según Jorge, hubo muchos jóvenes dispuestos a un encuentro. Él, sólo accedió conocer a dos, y para ambos "tuvo con qué". 
Lo excitante es lo prohibido, la mirada, el roce de tu piel con la del otro que minutos después se olvidará su nombre. Es un instinto primitivo el que te guía hacia la parte alta de la sala, donde ya esperan.  

El discurso no usa las mismas palabras, pero el significado siempre llega a un punto: "sexo", los comunes del vocabulario son: activo, pasivo o inter. Esas dudas se responden en la marcha, ya una vez que el deseo priva la consciencia. 

Al final, Jorge obtuvo lo que iba a buscar, y quizá hasta más: tuvo sexo, saludó a un amigo, y tal vez hizo algunos más, intercambió números telefónicos... ahora ya más "tranquilo", sale del cine, antes, se despide del encargado, y le recuerda a este que es su segunda visita, y que está a sólo una de hacer valida la promoción, y sigue las escaleras dejando ya en la sala, todos los instintos que no puede vivir en otro espacio, en un lugar "menos" clandestino.

Así, toma rumbo hacia su casa donde seguirá "fingiendo" ante su familia como hace ya siete años, que dentro de él las emociones y sentimientos no son las que esperan sus padres, sino son contrarias, a Jorge le gustan los hombres, es gay, una condición que no va de acorde a la formación de los padres, por ello, y aunque Jorge ahora ya se acepta, no es así con la familia, pues ellos aún no lo saben. Al llegar a su casa, el joven sabe de memoria cuál será la postal que le recibirá: por la hora, su madre estará en la sala al tanto de la novela, sus hermanos menores, harán la tarea o si es que la terminaron estarán jugando en el patio, él irá directo con su madre, le dará un beso en la mejilla, y seguirá siendo así, ante los ojos de ella, el hijo que espera, pero que no es.







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